lunes, 30 de septiembre de 2013

Fiesta en la frontera

Amritsar, en la India, es la ciudad sagrada y centro de la religión sij y tiene al "Templo dorado" cómo símbolo y epicentro cultural y religioso. Pero a unos kilómetros de allí, en la frontera con Pakistán todos los días se arma un fiesta, que por el lugar, es única en el mundo.
Las mujeres corren con las banderas mientras los guardias vigilan


Por Diego

Amritsar, en la frontera con Pakistán, es un ciudad famosa por el "Golden Temple" (Templo dorado) el recinto más sagrado de la religión sij, una de las tantas minorías que existen en el país, esa en que uno puede reconocer a sus miembros varones por usar turbante y la barba larga.
Si bien esa es la atracción más importante de la ciudad este lugar cuenta con algo que, creo, es único en el mundo. De lo que estoy hablando es del momento en cada día bajan la bandera en la frontera con Pakistán. Es una fiesta, con todo lo que esa palabra puede representar.
¿Por qué es especial esta frontera? Porque India y Pakistán tienen un rivalidad de casi mil años. Una rivalidad profunda, con cuatro guerras de por medio (la última hace tan solo 42 años) y el aún vigente conflicto por la región de Cachemira (zona que pertenece a India pero que reclama Pakistán). Pero a pesar de la cuestión territorial la adversidad más notoria es por la religión, es muy difícil la convivencia entre musulmanes e hindúes.
Para llegar no hace falta más que negociar con una de las cientos de personas que te ofrecen llevarte desde Amritsar hasta la frontera. Las opciones son varias: tenés ricksaw, taxi con aire acondicionado, taxi sin aire o caja de camioneta. Nosotros elegimos ésta última por ser la más acorde con nuestro presupuesto. Y así, sentados uno pegado a otro, anduvimos una hora hasta llegar a un parador a un kilómetro del borde, el resto lo teníamos que hacer a pie.
Luego de la camioneta nos quedaba 1 km caminando
El ambiente era todo lo parecido posible a la entrada a una cancha de fútbol; una fila interminable de hombres, otra un poco más corta de mujeres, policías/militares te tiraban los caballo encima para que nadie se adelante y al final un cacheo.
Al ingresar te encontras con una geografía que consiste en: la ruta que comunica a India con Pakistán en el medio, los portones de cada país que separan cada territorio y gradas a los costados de esa calle. Nosotros nos ubicamos en una pequeña tribuna la cual tenía un cartel en el escalón más bajo que rezaba: "Foreigner gallery" (tribuna para extranjeros).
De este lado del portón, India. Del otro, Pakistán
Ya sentados en los escalones de concreto comenzamos a observar lo que nos rodeaba; personal de la seguridad de frontera vestidos con trajes color caqui y sombreros que no puedo determinar si eran llamativos o simplemente ridículos y gente colmado las restantes tribunas, algunas tenían banderitas indias en las manos y otras pintadas en el rostro. Y música alegre que provenía de unos cuantos parlantes ubicados en el techo de un edificio.
Los guardias y sus llamativos sombreros
El sol seguía cayendo y la gente seguía entrando. En un momento vemos que varias mujeres comienzan a bajar a la calle y comienzan a formar una fila de a dos. Luego llegan varias personas con banderas de India y se las dan a las dos primeras mujeres y estas, como impulsadas por un resorte, empiezan a correr en forma alocada hasta el portón que separa a los dos países.  Corren fuerte, como si tuviesen que ir a apagar un incendio con las banderas en la mano, pero al llegar al portón no se detienen sino que pegan la vuelta, corriendo, nunca dejan de correr. Al llegar a la fila desde donde partieron les pasan las banderas a las siguientes que hacen lo mismo, corren hasta el portón y vuelven a la fila. Lo curioso es que no solo corrían las jóvenes indias, lo hacían de todas las edades, niñas, abuelas, madres con hijos en brazos y todas las hacían con una sonrisa en la boca. Daba alegría verlas correr.
Las mujeres corren con las banderas en las manos
Fotos si. Sonrisas no.
Una vez terminada la carrera de banderas llega el turno del baile. Las mujeres vuelven a bajar a la calle y se ponen a mover el esqueleto al ritmo de la música a todo  volumen. Bailan con gracia, se mueven bien las indias y la gente en la tribuna enloquece  Y también bailan, todos, hombres, mujeres, niños y ancianos. Lo divertido es que del otro lado, el de Pakistán, las mujeres no pueden hacer lo mismo, no les está permitido. Hay tribunas, gente, se escuchan gritos pero de música y baile, ni noticias.
Y se armó el baile nomás...
Luego de unos veinte minutos de danza hace su aparición "El de blanco", como lo apodamos con Sofi. Un animador vestido íntegramente de blanco era el que dirigía la batuta. Les indicaba a las personas cuando aplaudir, cuando gritar, hablaba en hindi pero nos imaginábamos que decía cosas de estilo de "Cantemos, no seamos amargo" "En el lado de Pakistán están gritando más fuerte" "Más fuerte que no se escucha" porque a cada grito de "El de blanco" la gente reaccionaba con gritos y palmas.
El sol ya casi se estaba poniendo y las banderas estaban izadas todavía. La música se cortó y comenzamos a escuchar un grito largo, alto y muy prolongado. Nosotros mirábamos para todos lados buscando su origen hasta que dimos con una fila de soldados y el primero de la fila tenía un micrófono cerca de la boca sostenido por "El de blanco", esa era la fuente del grito. Nosotros no sabemos el significado del alarido pero debe ser muy importante porque al finalizarlo todo los soldados salieron marchando muy rápido hacia el portón y al llegar allí hicieron una serie de patadas al aire para terminar con los brazos abiertos como desafiando a los soldados pakistaníes que, según lo que pudimos intuir, hacían lo mismo pero de su lado, era como que todo estaba coordinado.
Marchen!!!
Luego de un serie de estos rituales de patadas al piso y al aire llegó el momento final. Totalmente coordinadas las dos banderas se bajaron al mismo tiempo y los soldados de los dos países las doblaron debidamente y las llevaron a guardarlas.
El día había terminado, la fiesta había concluido. Las banderas estaban descansando hasta el otro día que el sol vuelva a salir y las vuelvan a izar. Nosotros comenzamos a descender los escalones y a caminar de vuelta los mil metros hasta la camioneta. Nos reíamos. Habíamos presenciado una fiesta en la frontera. Único.

Para ver todo esto que te conté mirá el video.




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